Capítulo 2

“Vi la cara de mi novia por primera vez el día que me casé"

Un joven explica los matrimonios pactados, que aún son habituales en Afganistán

22 de septiembre de 2019

Kabul

Unas mujeres con burka eligiendo un vestido de novia en una tienda en la ciudad afgana de Herat.

Unas mujeres con burka eligiendo un vestido de novia en una tienda en la ciudad afgana de Herat.MÒNICA BERNABÉ

Mònica Bernabé

Mohammad confiesa que las semanas previas a su boda fueron un infierno. “Lo pasé fatal, pero creo que ella aún lo pasó peor”, admite refiriéndose a su actual esposa. Ninguno de los dos se habían visto antes de la boda, ni habían hablado, ni tan siquiera se habían intercambiado una fotografía. Nada. Fue lo que se dice un casamiento totalmente a ciegas. Sus padres se encargaron de organizarlo todo y ellos llegaron al lugar de la ceremonia sin saber qué cara tenía la persona con la que iban a contraer matrimonio.

“Por suerte, cuando la vi, me pareció guapa”, comenta Mohammad. Aun así asegura que desearía no haberse casado de esta manera, ni que ninguno de sus hermanos pasara por su misma experiencia. “Lo único que me tranquiliza es que esto no sólo me ha ocurrido a mí. Le pasa a muchos jóvenes en Afganistán”, dice.

Mohammad es un joven afgano de 28 años, con estudios, que habla perfectamente inglés y trabaja en una ONG internacional en la capital, Kabul. Incluso había empezado a flirtear con una chica, y ya se veía casado con ella en sueños. Hasta que un día su padre le llamó por teléfono desde la provincia de Farah, en el sur de Afganistán de donde la familia es originaria, y le dijo: “He encontrado una esposa para ti”. “Pensé que hablaba en broma”, recuerda Mohammad. Pero su padre no bromeaba: hablaba muy en serio.

Mohammad prefiere
mantener el anonimato y no mostrar su cara.

Mohammad prefiere mantener el anonimato y no mostrar su cara.MÒNICA BERNABÉ

En Afganistán es tradición que los padres escojan una esposa o un marido para sus hijos e hijas, respectivamente. Los matrimonios por amor casi no existen en el país y, de hecho, está mal visto casarse con alguien que no ha sido seleccionado por la familia. Hacerlo supone ir contra las convenciones sociales, de la misma manera que chocaría en Occidente actualmente que un hijo pidiera a su padre que le buscara una esposa.

La persona escogida por el padre suele ser alguien de la misma familia, pero también puede tratarse de un desconocido que, eso sí, pertenezca a la misma etnia o clase social. Y eso es lo que precisamente el padre de Mohammad arguyó: “Es la hermana de un profesor tuyo. Es una familia humilde y honrada como la nuestra. Yo no he visto a la chica, pero tu madre sí y dice que es guapa y también es profesora”.

Mohammad explica que llamó entonces a su madre para pedirle encontrarse con la joven. “Hijo, eso no puede ser. Ya sabes cómo es nuestra cultura, las mujeres no se muestran ante un extraño”, recuerda que le contestó. ¿Y ver una fotografía? A su madre no le pareció mala idea, pero la familia de la chica se negó, por pudor, argumentó.

“Yo no quería casarme, pero me llamaron tantas y tantas veces que no puede negarme. ¿Quién se atreve a decir 'no' a unos padres?”, se pregunta ahora el chico. En Afganistán oponerse a la voluntad de la familia supone perder su apoyo, que es el único soporte social en un país en que el gobierno es un cero a la izquierda: no ofrece ninguna prestación, ni tan siquiera una pensión cuando uno se jubila.

Así llegó el día de la boda. En Afganistán los casamientos se celebran en dos salas separadas: una reservada para los hombres y otra para las mujeres. La novia estaba en la sala de las féminas rodeada de las damas de compañía, rememora Mohammad. “Cuando entré y me acerqué a ella, extendió el brazo y me dio la mano manteniendo la distancia”, describe el chico. No hablaron en toda la boda. “Había mucho ruido con la música”, justifica él.

4.600 euros por una esposa

En Afganistán es costumbre que el hombre pague una alta cantidad de dinero a la familia de la mujer con la que se quiere casar. Mohammad precisa que él abonó un total de 400.000 afganis, unos 4.600 euros, en un país en que el salario medio de un funcionario son unos 120 euros al mes. Por otra parte, también es tradición que la mujer vaya a vivir con el marido a casa de la familia política. Y eso es lo que también hicieron Mohammad y su esposa.

Cuando los dos se quedaron finalmente solos en la habitación que los padres de Mohammad habían preparado para ellos en la casa familiar, intercambiaron las primeras palabras. “Estábamos sentados uno al lado del otro en la cama, sin tocarnos, y le pregunté cómo se sentía. Me contestó que estaba un poco nerviosa porque era la primera vez que estaba a solas con un chico”, relata el joven, que asegura que esa noche sólo se atrevió a abrazarla y besarla en las mejillas.

A la noche siguiente, sin embargo, ya empezó a tocarle el cuerpo debajo de las sábanas, admite. Otro día le pidió que se desnudara delante de él y a la sexta noche mantuvieron relaciones sexuales. “Ella me había dicho que tenía miedo, pero yo ya había sido muy cuidadoso los días anteriores”, justifica Mohammad.

Un cartel con una novia indica la ubicación de un salón de belleza para mujeres en Kabul.

Un cartel con una novia indica la ubicación de un salón de belleza para mujeres en Kabul. MÒNICA BERNABÉ

“Es un problema que los padres escojan al marido. Las mujeres tenemos que luchar para cambiarlo”, dice convencida Razia, una joven estudiante de Sociología en la entrada de la Universidad de Kabul. Otras compañeras que van con ella le dan la razón, pero algunas reconocen que sus padres ya les han buscado algún chico para contraer matrimonio aunque ellas se han negado de momento. Los chicos, también en la puerta de la universidad, dicen lo mismo: “¿Qué podemos hacer? Aceptarlo. Al menos espero que mi padre escoja bien”, comenta entre risas Musa Khan, que es estudiante de Física.

Mohammad se casó hace dos años y ahora tiene un hijo de siete meses. Dice que lo que más le gusta de su mujer es que ha sabido adaptarse a su familia política, y lo que menos, que está un poco gorda. Aun así, confiesa, cree que está empezando a enamorarse de ella.

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