Capítulo 3

La cara de la guerra en Afganistán

Farshid tiene 13 años y es uno de los 2.446 civiles heridos en Afganistán el primer semestre de este año

24 de septiembre de 2019

Enviada especial en Kabul

Un terapeuta coloca la prótesis a Farshid en el centro de rehabilitación que el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene en Kabul.

Un terapeuta coloca la prótesis a Farshid en el centro de rehabilitación que el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene en Kabul.MÒNICA BERNABÉ

Mònica Bernabé

Farshid Khojah Sediqi forma parte de esa fría estadística que dice que 2.446 civiles resultaron heridos en Afganistán durante el primer semestre de este año, según datos de las Naciones Unidas. A él, sin embargo, le podemos poner cara. Tiene 13 años pero parece mucho más pequeño: es delgadito y a penas levanta un metro del suelo. Hace cinco meses una mina antipersona le reventó el cuerpo. “Estaba con dos cabras en el campo”, dice con voz tímida. Después, asegura, ya no recuerda nada más. Ni el ¡bum! que lo hizo saltar por los aires, ni cómo lo trasladaron a un hospital de Kabul mientras se debatía entre la vida y la muerte.

Todo ocurrió en la provincia de Logar, a tan sólo unos 60 quilómetros al sur de la capital afgana y de donde precisamente es originario el actual presidente del país, Ashraf Ghani. A pesar de eso, los talibán campan allí a sus anchas. La mina amputó a Farshid parte de una pierna y la mitad del pie de la otra, le sacó un ojo y le arrancó la mano izquierda de cuajo. En la derecha le falta el dedo pulgar y otros tres también los tiene en parte amputados. Asimismo, la metralla le destrozó el ano y ahora el pequeño lleva en la barriga una prótesis en forma de bolsa para los excrementos.

Farshid, de 13 anys, perdió un ojo y quedó gravemente amputado por culpa de una mina antipersona.

Farshid, de 13 anys, perdió un ojo y quedó gravemente amputado por culpa de una mina antipersona.M.B.

Farshid está ahora en el centro de rehabilitación física que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) tiene en Kabul, y que se ha convertido en un lugar de referencia en Afganistán para los amputados. Está aprendiendo a caminar con una pierna ortopédica. También le han proporcionado una prótesis para el pie y otra para el brazo, que acaba en forma de garfio. Hace sólo una semana de eso, y el pequeño aún se está acostumbrando a su nueva pierna de plástico: camina tambaleándose, poco a poco, y a veces pierde el equilibrio.

“Ves hacia allá, hasta el espejo”, le ordena un terapeuta, Eshan Nasimi, en una sala enorme con un gran espejo en una de las paredes y dos líneas rojas paralelas dibujadas en el suelo. Farshid avanza lentamente entre las dos líneas, que recorre una y otra vez y de un lado a otro de la sala. No es el único. Hay muchos amputados más, pequeños y adultos, todos con sus respectivas prótesis y todos aprendiendo a caminar de nuevo. El CICR atendió el año pasado ni más ni menos que un total de 12.000 personas con alguna discapacidad en los siete centros de rehabilitación que tiene en Afganistán. La mayoría habían quedado mutiladas por artefactos explosivos abandonados o minas antipersona, como Farshid. O habían sufrido heridas de bala. Todo a causa de una guerra que ya hace casi cuarenta años que dura.

“No paraba de gritar y pedía agua”, rememora el hermano de Farshid, Mohammad Qabir, cómo encontró al pequeño cuando acudió a socorrerlo aquel fatal día que pisó la mina. El niño no llegó a perder la conciencia, dice, pero deliraba. La tragedia pasó casi al lado de casa, en un campo donde Farshid llevaba las cabras a pastar cada día después de salir del colegio. “A veces venían otros niños conmigo”, murmulla el crío. Sin embargo, aquel día, por suerte o por desgracia, fue él solo.

Amputaciones frecuentes

“Las amputaciones múltiples cada vez son más frecuentes en Afganistán”, asegura el italiano Alberto Cairo, responsable del programa de rehabilitación física del CICR y que hace treinta años que trabaja en Afganistán con amputados. Es una de las personas más respetadas del país, hasta el punto que este año el gobierno afgano le concedió la nacionalidad y ahora también tiene pasaporte afgano. Sin embargo, Cairo precisa que la mayoría de las víctimas suelen ser soldados.

La cifra de bajas entre las fuerzas de seguridad afganas se cuenta por millares. El presidente Ashraf Ghani reconoció a principio de este año que, desde que él asumió el cargo en 2014, más de 45.000 militares y policías han muerto en el país. Y ya ni hablar del número de heridos. “Nos encontramos con casos de soldados que han perdido las dos piernas y un brazo, o las dos piernas y el pene”, explica Cairo.

El pequeño Farshid acaba de estrenar una pierna, un pie y un brazo ortopédicos.

El pequeño Farshid acaba de estrenar una pierna, un pie y un brazo ortopédicos.M.B.

Farshid tendrá que someterse a una nueva intervención quirúrgica en los próximos días, y cambiar su pierna, su pie y su brazo ortopédicos cada seis o doce meses, a medida que su cuerpo vaya creciendo. El niño dice que quiere volver a ir al colegio, pero de momento nadie sabe decir cuándo eso será posible. “Lo que más me gusta es el dari [una de las dos lenguas oficiales en Afganistán]”, contesta con una sonrisa cuando se le pregunta cuál es su asignatura preferida. “Y la peor, el inglés”, añade.

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