Lo que más le gustaba era ir a la playa de Cambrils. De hecho, tenía una roca favorita, donde se sentaba a tomar el sol y a beber cervezas. Carmen Gómez, una de sus mejores amigas, tiene fotografías guardadas en el móvil en las que se la ve en biquini y chanclas sentada en la mítica roca. Pamela Salgado fue asesinada por su ex pareja el 30 de julio. Tenía solo 25 años.
En la casa donde se encontró el cuerpo todavía hay un precinto de la Policía Local en la puerta de entrada, y el nombre de Pamela y el de su presunto asesino están imprimidos en el buzón. La joven vivía en la urbanización La Dorada, en una calle sin salida formada por casas adosadas de dos plantas. Todas idénticas. En la calle es difícil ver un alma. Ni hay gente ni circulan coches. Un vecino que sale de casa por casualidad dice que la chica vivía de okupa y que aquello se veía venir. “Cada dos por tres la Policía Local estaba aquí y también vi en dos ocasiones una ambulancia”, comenta.
El presunto asesino tenía una orden de alejamiento de 200 metros de la joven y, de hecho, la razón por la que fue detenido inicialmente fue por haberla desobedecido. Él estaba con la chica cuando la policía encontró su cuerpo sin vida en la casa y, de hecho, incluso llamó al 112 para alertar de que la joven estaba tumbada en el suelo y no reaccionaba. Posteriormente, la fiscalía también le atribuyó un delito de homicidio. El Ayuntamiento de Cambrils se ha presentado como acusación popular. “Yo ya advertí a Pamela de que un día la mataría, pero ella decía que él no haría una cosa así. Hasta que lo hizo: la encontró sola en casa y la mató”, lamenta Carmen, que no puede evitar emocionarse cuando recuerda a su amiga.
Pamela era originaria de Alcalá de Henares y se había trasladado a Catalunya hacía unos dos años con la pareja, un hombre de 53 años de Alcorcón. “Yo no entendía que estuviera con un hombre mucho mayor que ella, pero ella decía que estaba con él por amor”, explica otro amigo, Rafael Górgolas, que asegura que más de una vez tuvo que intervenir para proteger a la chica. Su pareja la acosaba y le pegaba. En más de una ocasión acabó con moratones en el cuerpo. Tanto es así que Pamela, que trabajaba en la cocina de un restaurante, acabó pidiendo la baja por depresión.
“Cocinaba de lujo”, sigue explicando Rafael. También lo ratifican Carmen y dos amigos más, Jonathan y Mara. De hecho, aseguran que era “una crack” de los fogones: se metía en la cocina y preparaba un banquete en un santiamén. Todos recuerdan sobre todo sus espaguetis y su tortilla de patatas.
“Yo ya advertí a Pamela de que un día la mataría, pero ella decía que él no haría algo así. Hasta que lo hizo"
CarmenAmiga de PamelaCarmen tiene otra foto de Pamela en el móvil en la que se la ve radiante junto a su abuelo. "Esta era su foto preferida", asegura la amiga. Según dice, Pamela se crio con sus abuelos maternos y mantenía contacto constante con ellos: los llamaba cada semana. También estaba muy pendiente de su hermana pequeña, Aroa, de unos 14 años. "Le dijo que, si sacaba buenas notas, podría venir de vacaciones a Cambrils", explica Carmen. Aroa sacó buenas notas pero nunca viajó a Cambrils. Cuando tenía previsto hacerlo, su hermana ya había sido asesinada.
Los amigos de Pamela dicen que quieren que se recuerde a la chica como una joven alegre y generosa, y que sobre todo se haga justicia.