Montserrat Montrabeta Mensa

Coordinadora de Servicios Sociales de Igualada, 55 años

Pere Tordera

Montserrat Montrabeta Mensa

Coordinadora de Servicios Sociales de Igualada, 55 años

Marta Rodríguez Carrera

"Iba por la ciudad con el móvil colgado al cuello y cuando todo el mundo estaba en casa nadie entendía que yo estuviera dando vueltas por las calles"

Igualada fue la primera trinchera del coronavirus en Catalunya. Poco antes de que se decretara el estado de alarma, el Govern ordenaba el cierre perimetral de la conca d’Òdena. El primer impacto del choque duró poco porque la emergencia de la situación obligó a la movilización inmediata, recuerda Montserrat Montrabeta Mensa. Como coordinadora de los servicios sociales del Ayuntamiento de Igualada, se puso a trabajar desde la primera noche y en primera línea, con policías y sanitarios, junto al alcalde. "En las reuniones de emergencias todo eran hombres menos yo", dice.

Pere Tordera

Como todos los servicios sociales, su departamento está muy feminizado: 30 mujeres y solo 2 hombres, y en toda la pandemia las oficinas se han mantenido abiertas, conscientes de que no podían dejarlo todo a la web y al teléfono. Internamente se organizaron para garantizar un servicio de mínimos presenciales, siempre -afirma- teniendo en cuenta que podía combinar la situación con sus hijos o con otras cargas familiares. Así, no surgieron grandes problemas y todo el mundo pudo conciliar, si bien los horarios se alargaban para no dejar a nadie sin respuesta a las demandas de ayuda. "Todo el mundo estuvo a la altura y fuimos un auténtico servicio público", insiste esta trabajadora social con más de tres décadas de experiencia, que subraya la excepcionalidad de la situación. El número de usuarios del banco de alimentos del municipio se ha triplicado, por ejemplo.

"Yo iba por Igualada con el móvil colgado al cuello y, cuando todo el mundo estaba en casa y en las calles solo se oían las sirenas, nadie entendía que yo fuera de aquí para allá si no era sanitaria", explica. Sobre todo en los primeros días había miedo y respeto "para no ocasionar ningún brote" en el contacto con los usuarios y, un año después, hay un "agotamiento" general para llegar a todas partes y también para "recibir las quejas de la gente que está enfadada con el sistema", indica. Confía en que la pandemia sirva para reivindicar unos servicios sociales universales que no se identifiquen solo con la pobreza: "Existimos, estamos siempre para ayudar a las personas".

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