Capítulo 4

Un pueblo que se lame las heridas

En medio de los funerales por las víctimas de la ofensiva turca, la llegada de las tropas de Asad despierta incertidumbres

Octubre 2019

Qamishli (Kurdistán sirio)

Funeral por los tres jóvenes muertos en la ofensiva turca sobre el norte de Siria, en la ciudad fronteriza de Derik.

Funeral por los tres jóvenes muertos en la ofensiva turca sobre el norte de Siria, en la ciudad fronteriza de Derik.KARLOS ZURUTUZA

KARLOS ZURUTUZA

Megafonía sobre la localidad de Derik: "Mañana por la mañana enterraremos a nuestros mártires en el cementerio. La ceremonia será a las diez de la mañana". Doce horas más tarde eran cientos los que se acercaban a despedir a los últimos hijos caídos de esta villa fronteriza en la ofensiva turca sobre Serekaniye: tres kurdos, dos árabes y un cristiano siríaco.

"Vuestro sacrificio y el de los más de nuestros 11.000 mártires no ha sido en vano", arrancaba una miliciana de alto rango desde un altavoz junto a los cinco ataúdes. El discurso no tardaba en girar hacia una curva más informativa, casi periodística. "El régimen se va a desplegar a lo largo de la frontera kurda pero la seguridad en nuestro territorio seguirá en nuestras manos. Es un acuerdo entre iguales, no una rendición", apuntalaba la oradora, antes de retomar su frase de arranque: "Vuestro sacrificio no ha sido en vano". "Sehid Namirin" - que significa  que los mártires no mueren"-, coreaba la masa.

Hablan los familiares. "Dios maldiga a Erdogan", finaliza su discurso una de las madres junto al féretro de su hijo. Se llamaba Egid. Una a una, se alinean sosteniendo los retratos de sus hijos muertos; una última foto de grupo antes de dejar que cada uno ocupe su fosa. A las 12 en punto todo el mundo volvía a casa ordenadamente.

Familias sirias huyen con una camioneta ante la ofensiva turca en el Kurdistán sirio.

Familias sirias huyen con una camioneta ante la ofensiva turca en el Kurdistán sirio.AFP

Un centenar de civiles muertos

Son ya muchos funerales como este desde el inicio de la guerra en Siria. Lo demuestra la sincronización ritual de los asistentes, y también los cientos de lápidas en este cementerio cinco kilómetros a las afueras. Observamos que la inmensa mayoría de ellos nacieron en la década de los 90, pero las tumbas no recogen la fecha de su fallecimiento. Ha quedado bien claro que los mártires nunca mueren, pero el número de candidatos sigue creciendo.

La ONU da ya cifras de 275.000 desplazados internos; los muertos civiles rozan el centenar, y son aún más los desaparecidos. Las cifras de los combatientes muertos son aún más difíciles de corroborar. En el hospital de Derik confirman a ARA que el ala reservada a los militares ha sido evacuada. Era un objetivo demasiado goloso para la aviación turca.

Mientras tanto, Assad sigue desplegando sus tropas por todo el noreste sirio. Circulan por las redes esos inquietantes mapas con putos rojos que señalan la presencia del régimen. Llamadas de teléfono para conseguir información actualizada sobre el estado de las carreteras y evitar sorpresas desagradables y, sobre todo, se apuntalan rumores. Muchos rumores. "Están trayendo soldados en avión desde Damasco al aeropuerto de Qamishli", comentaba Karwan, un kurdo de Irak casado a este lado de la frontera. Luego menciona lo de los 25 camiones que la cruzaron desde el otro lado ayer martes por la mañana. "Ayuda para los refugiados", apunta el kurdo. Era cierto.

Una semana de ofensiva

Se cumple ya una semana desde el inicio de la 'Manantial de Paz', la ofensiva turca para borrar a los kurdos al sur de su frontera del mapa. Todo sucede tan rápido que resulta muy difícil asimilar los acontecimientos. Como el pasado lunes, cuando el anuncio de que las tropas de Assad se iban a hacer con el control de las fronteras provocó un éxodo masivo de periodistas -a Rojava se accede desde Irak, y sin un visado de Damasco en el pasaporte-.

Un grupo de soldados del régimen de Bashar al Asad ondean una bandera siria en la localidad kurda de Tel Abyad.

Un grupo de soldados del régimen de Bashar al Asad ondean una bandera siria en la localidad kurda de Tel Abyad.KHALIL ASHAWI / REUTERS

Para cuando la administración kurdosiria comunicó a la prensa que nada iba a cambiar "sustancialmente", una plétora de informadores estaba ya en el lado iraquí de la frontera, y sin posibilidad alguna de volver a conseguir un permiso de entrada a corto plazo.

Sea como fuere, la borrachera de noticias entre los locales no enturbia a un sentimiento generalizado de alivio ante los últimos acontecimientos. "No sé que va a pasar en el futuro con Assad pero de momento estoy tranquilo porque ya sé que mi familia no va a ser decapitada por una horda de psicópatas mañana mismo", explica, Raby. Fue la pasada primavera cuando este kurdo de 39 años decidió volcar todo el dinero que ganó trabajando en Alemania en un nuevo hotel. "Tenemos el único ascensor de la ciudad, las familias vienen con los críos a hacerse selfies y subir al tercer piso. No es dinero mal invertido", le quita hierro a su malograda inversión este emprendedor local. A pocos metros del reclamo infantil más poderoso de Derik, Rafik, pastelero, dice que Trump ha traicionado a los kurdos, pero que tampoco se fía de Putin. "Assad es nuestro Presidente y Siria nuestro país", remata. Pero no hay quorum. "Dices eso porque no quieres problemas con la mujabarat [los servicios secretos] cuando vuelvan", le espeta uno de sus clientes.

"Es otra vez el miedo con el que nos amordazaron a los kurdos durante décadas, tanto Assad padre como su hijo", continúa. En cualquier caso, el futuro sigue siendo una incógnita. En la peluquería KOMANDO nadie quiere hablar, y el silencio también resulta ensordecedor en la perfumería de Bajtiar. Al final es él mismo el que toma la iniciativa para no resultar descortés. "De momento seguimos vivos. No se me ocurre nada más que decir"

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