Capítulo 5
Octubre 2019
Qamishli (Kurdistán sirio)
Una mujer grita ante la llegada de cadáveres en el hospital de Tel Tamer. DELIL SOULEIMAN / AFP
Tiros de celebración de todos los calibres sobre el cielo de Qamishli. Así se recibía el jueves en la ciudad más importante del Kurdistán sirio la noticia del alto el fuego entre turcos y los kurdos tras el encuentro entre el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y el presidente de Turquía, Recep Tayip Erdogan, en Ankara. Pocos minutos después de las nueve, una caravana de familias en coche circulando en círculos por el centro de Qamishli: "¡Erdogan asesino, viva Kurdistán, viva Abdulá Ocalan!", gritaban tres hermanas con medio cuerpo fuera de la ventanilla del coche. Era la reacción espontánea a las 120 de horas de paz prometidas desde que Turquía lanzara su ofensiva el pasado 9 de octubre.
Pero la euforia no duró ni una hora. Las versiones de unos y otros resultaban contradictorias, incluso dentro del propio movimiento kurdosirio. Si bien el acuerdo de Ankara especificaba la retirada de la milicia kurda en una franja de 30 km de ancho a lo largo de la frontera –justo donde vive la mayoría de la población-, fuentes del movimiento kurdo negaban tal extremo. "Un alto el fuego es una cosa, y otra la rendición", explica a ARA, vía telefónica, Salih Muslim, portavoz de Partido de la Unión Democrática-PYD, el dominante entre los kurdos de Siria.
Más allá de declaraciones que planteaban más interrogantes que certezas, la realidad sobre el terreno se impone: los bombardeos de Ankara y sus milicias islamistas a sueldo siguen provocando el caos en Serekaniye, la cual pasará a la historia como una ciudad mártir más. De hecho, el brutal asedio por parte de los islamistas en 2013 ya la puso en la lista.
"Tenemos que evacuar a los heridos en coches civiles porque las ambulancias son un objetivo", traslada a ARA un miliciano recién llegado de Tel Tamer. Es a esa localidad a 38 kilómetros al sureste de Serekaniye donde se intenta trasladar a los heridos así como a los civiles que intentan salir. A día de hoy, muy probablemente, no hay en el mundo un tramo de carretera tan peligroso.
Des de allí, Dave Eubank, de los Burma Free Rangers -una ONG con sede en Tailandia- confirmaba a esta cabecera que los civiles se encontraban atrapados y que las carreteras estaban cortadas por facciones islamistas. "Necesitamos urgentemente un corredor humanitario", decía Eubank por teléfono.
Que Naciones Unidas haya abierto una investigación sobre el supuesto uso de armas químicas en el asedio por parte de los turcos da una idea de las dimensiones del desastre. También que los civiles atrapados no tengan agua potable: la planta de tratamiento de agua potable fue lo primero que destruyeron los turcos. Ali Jalil, vecino de Serekaniye hoy a salvo en Hasaka hace una semana, asegura tener una colección de audios en los que civiles atrapados daban su localización para que alguien les hiciera llegar agua de alguna forma. "Si no los matan los turcos morirán de sed", resume Jalil. En un comunicado publicado ayer mismo, Amnistía Internacional acusaba a Turquía de cometer "crímenes de guerra" desde el inicio de la ofensiva.
Mientrastanto, en los despachos donde se toman las decisiones, Erdogan insistía en que Washington tiene que respaldar esta aventura que muchos analistas prominentes y figuras públicas tachan de "limpieza étnica". "Tampoco tenemos objeción si el régimen sirio quiere desplegarse en la zona una vez expulsados los kurdos, no tenemos intención de quedarnos en la zona", trasladaba el líder turco a periodistas. En un comunicado emitido ayer mismo, la cúpula del combinado militar kurdosirio se reafirmaba en su compromiso con el alto el fuego a pesar de la evidente violación del mismo por parte de su vecino.
Por el momento, las reacciones internacionales siguen siendo tibias. En una rueda de prensa celebrada ayer en Bruselas el presidente francés, Emmanuel Macron, se saltaba ligeramente el guión calificando la incursión turca como "una locura" que constituye una falta grave para la OTAN. "Europa no puede seguir siendo un socio de segunda en Oriente Medio", decía el mandatario francés.