Capítulo 3
Octubre 2019
Qamishli (Kurdistán sirio)
Un camión con soldados del régimen de Asad son recibidos por parte de la población del Kurdistán sirio en la localidad de Ain Issa.REUTERS
Rumores entre pilas de muertos. Ayer fue el bombardeo de un convoy de civiles en la carretera a Serekaniye, en el Kurdistán sirio, lo que marcaba la actualidad informativa, sobre todo porque se contaban once muertos de los que tres eran periodistas. Como siempre, la posibilidad de que fueran occidentales dio mucho que hablar en las redes, hasta que un nuevo rumor se abría paso: Assad desplegaría sus tropas en Manbij y Kobani para evitar una invasión turca ya en marcha desde el pasado miércoles. Luego llegó la confirmación oficial desde Kobani: tropas rusas y sirias podrían entrar a la ciudad a la noche para defenderla del asalto.
La noticia se digirió entre pastillas de alivio y estupor: se evitaría una nueva destrucción del 'Stalingrado' kurdo en la lucha contra el EI, pero también se miraba al futuro con incertidumbre. "¿Assad viene para quedarse?", se preguntaban todos aquí ayer. Parece que sí.
Un miliciano del grupo rebelde islamista Ejército Libre Sirio, ahora rebautizado con el nombre de Ejército Nacional, que Turquía utiliza durante su ofensiva en el Kurdistán sirio.KHALIL ASHAWI / REUTERS
El pasado sábado, el alto mando kurdosirio anunció que emitiría un comunicado importante a las cinco de la tarde: "Hemos dado nuestra vida en la lucha contra el EI y ahora América no solo nos abandona, sino que impide que busquemos nuevos aliados", decía Mazlum Kobani, el comandante en jefe del contingente kurdosirio. Al día siguiente, Kobani aportaba más detalles en una carta publicada en 'Foreign Policy'. "Tendremos que aceptar compromisos difíciles con Assad, pero es esto o el genocidio".
El enésimo rumor de ayer llegaba por la tarde, después de la siesta. El régimen también asumiría el control de Qamishli y Hasaka, las dos ciudades principales del territorio. Poco después, Salah Muslim, uno de los rostros más visibles del movimiento kurdo explicaba a ARA que el acuerdo pasaba por establecer un control conjunto entre Damasco y los kurdos a lo largo de la frontera con Turquía.
Para entonces, la televisión pública siria ya inundaba las ondas con imágenes del Ejército ondeando banderas nacionales sirias entre disparos al cielo en Hasaka. "Dios, Siria, Bashar (al Assad) y nada más", coreaba la gente en las calles. Los kurdos veían las imágenes por televisión. El alivio y el estupor se seguían repartiendo a partes iguales frente al televisor.
Una mujer angustiada tras una explosión en la localidad kurda de Qamishli.RODI SAID / REUTERS
"No creo que volvamos a la situación de antes, Bashar ya ha entendido que los kurdos no nos quedaremos quietos mientras nos aplasta", decía Sipan, un veterano de las YPG en casi todos los frentes contra el ISIS. Antes de eso había conocido la tortura en las prisiones del régimen: "mucha electricidad".
Prohibido reunirse, organizarse social o políticamente, hablar o escribir en kurdo; desapariciones forzosas, los desplazamientos de población, campañas de arabización y los cientos de miles de individuos despojados de documentación. Ese es el resumen de medio siglo de panarabismo baazista para los kurdos en Siria. Presionado por una guerra que abría el país en canal en 2011, Assad decidió devolver la ciudadanía a muchos de aquellos a los que se la había quitado años atrás. El segundo paso fue eliminar el Artículo 8 de la Constitución siria: Artículo 8 de su Constitución: "El órgano líder del Estado sirio, así como el de toda la sociedad, es el Partido Árabe Socialista de la Resurrección (Baaz)".
Una chanclas abandonada a pocos metros del lugar donde ha explotado un coche bomba en la ciudad de Qamishli, en el Kurdistán sirio.RODI SAID / REUTERS
Durante todos estos años, los kurdos han tocado todas las puertas en busca de aliados: desde Washington a Moscú, pasando por Bruselas. Los americanos les dieron cobertura aérea en la lucha contra el EI; de los rusos promesas de que mediarían con Assad para que Damasco reconociera sus derechos. Salih Muslim lo resumía ayer en dos verbos: descentralizar y democratizar.
Volviendo a Moscú, parece que se ha tratado de una nueva jugada maestra del Kremlin. La semana pasada Putin daba luz verde a Erdogan para lanzar su operación, llamada Manantial de Paz, mientras Damasco veía la masacre por televisión. Como decía Kobani, la única manera de evitar el genocidio es "asumir compromisos difíciles" con el régimen; tragarse unos cuantos sapos. La pregunta es cuántos, y cómo serán de grandes.