Un equipo de sanitarios del Hospital Parc Taulí de Sabadell. CEDIDA. DRA. ANNA VALLE / PARC TAULÍ DE SABADELL
"Teníamos la esperanza de que con dos semanas de confinamiento se notara, y así fue", reconoce el doctor Antonio Roman, del Vall d'Hebron. Después de veinte días a un nivel de exigencia altísimo, el número de contagios se estabilizó, aunque la cifra de muertos siguió muy alta hasta mediados de abril. La virulencia de la pandemia también daba un respiro a las residencias, que la semana del 6 de abril comenzaban a detectar que algo cambiaba políticamente.
Había movimientos en el Govern. Las críticas por la gestión de la crisis en las residencias habían puesto contra las cuerdas al departamento de Afers Socials dirigido por Chakir el Homrani, que, en paralelo, recibía una avalancha de ERTEs como titular de Treball. Había la demanda de que Salut tomara las riendas, de un golpe de timón, porque, según las residencias, "se estaban vulnerando los derechos de las personas mayores".
"La sensación era que Salut daba soluciones a los hospitales y que, en cambio, Afers Socials las regateaba", añade una fuente conocedora de los encuentros entre el gobierno catalán y el sector. Las empresas esperaban el cambio porque sabían que Salut disponía de "más presupuesto y más recursos". La representante de las residencias, Cinta Pascual, es contundente: "Salut tenía responsabilidad desde el minuto 1, porque Afers Socials no podía hacer más de lo que hacía: deberían haber entrado antes". Otras fuentes, en cambio, cargan las tintas sobre El Homrani. "Se resistió mucho al cambio; no querían que les quitasen una competencia, pero es que era la única solución", apuntan altos cargos del sector. El conseller alega que el cambio no se hizo antes porque lo impedía el "marco normativo" español y que en el momento en que esto cambió, fue él mismo quien "decidió hacer el traspaso de la gestión al ámbito que tiene la experiencia sanitaria", es decir, a Salut.
Miércoles 8 de abril. Finalmente, Salut asume las riendas de los geriátricos después de que el "malestar" se extendiera por el sector y llegara al Govern, con tensiones entre el presidente, Quim Torra, y la conselleria de Afers Socials, en manos de ERC. Pascual, en representación de ACRA, explica que después de que se produjera el cambio de conselleria "empezaron a venir médicos y enfermeras y a hacerse derivaciones". ¿Qué cambió? Fuentes cercanas al Govern señalan que, una vez apartado El Homrani y con Salut al frente, en 48 horas se llamó a todos los hospitales para empezar a "pedir plazas" y así "empezaron a derivar a abuelos a los hospitales".
Un equipo de profesionales en la UCI de Sant Pau.Xavier Bertral
El cambio de conselleria también coincide con la entrada de médicos y enfermeras de primaria a los geriátricos. Más trabajo, sin más recursos. "No nos llegó personal a los CAP para sustituirlos", lamenta Moret, miembro de Rebel·lió Atenció Primària. La atención por parte de estos profesionales, además, no estuvo exenta de dificultades. Joan Gené, médico en el CAP Casanova, explica que en su centro no se pudo hacer cribado "con PCR bien hechas" hasta el 13 de abril.
Aquellas semanas se empezaba a dar más protagonismo a los CAP, especialmente de cara a la desescalada. A finales de abril deberían asumir el estudio de inmunidad del Ministerio de Sanidad y, a partir de mayo, el proceso de pruebas PCR a todo el mundo que tuviera síntomas.
Mientras Salut intenta dar el "golpe de timón" que reclamaban los geriátricos se produce una estabilización en el número de ingresados en las UCI. Lo que no cambia son las muertes. El goteo de defunciones en los hospitales todavía se alargará durante muchas semanas. "Podías hacer poco por ellos, sólo aliviarles el dolor y mantener la dignidad", dice Cirera, del Hospital del Mar. La gestión de la muerte pasó a ser uno de los grandes retos. Laia Guardia, enfermera del Clínic, recuerda que entonces "todo era mucho más triste" porque los pacientes sólo veían "dos ojos tras unas gafas". La frenética actividad en las salas y la forma en que iban vestidos los sanitarios hacía que desapareciera parte del "componente humano que siempre aporta la enfermería".
"Sólo se permitía la visita de un familiar cuando el paciente ya estaba a punto de morir, y sólo durante quince minutos desde la puerta de la habitación", explica Teresa Lapiedra, enfermera del Hospital Santa Caterina de Salt. "Cuando llamabas a los familiares no sabías si llegarían a tiempo de despedirse, el paciente puede que ya hubiese muerto", añade Àngels Barba, directora de enfermería de Vall d'Hebron. Esto hizo que los mismos médicos y enfermeras fueran muchas veces los transmisores "de las palabras de los familiares a los pacientes antes de que murieran y al revés", señala el doctor Orriols, del Trueta.
Durante aquellos días todo tenía que estar previsto. Desde qué hacer con las pertenencias de las decenas de muertos que había cada día hasta la gestión de los mismos cuerpos, que suponía un reto mayúsculo. A principios de abril, para incinerar a un familiar en Barcelona se tardaba casi una semana. "Las funerarias dijeron que por normativa subirían los ataúdes a las UCI. Era un choque para los profesionales y montamos un circuito para bajar los cuerpos en bolsas hasta la puerta del hospital", explica la jefa de enfermería del Clínic, Gemma Martínez.
A diferencia de Madrid, en Cataluña no se abrió ningún gran recinto como depósito de cadáveres para las víctimas del covid-19. Las instalaciones de la Fira de Barcelona sí que se habilitaron como un gran hospital de campaña para más de 300 pacientes, con capacidad para crecer y asumir enfermos derivados de hospitales. El proyecto estuvo listo a mediados de abril. "Se planteó replicar el modelo del hospital de Ifema de Madrid en Cataluña. Entre los implicados se referían a él como El Álamo, la última frontera", explica David Noguera, presidente de MSF. Finalmente no se llegó a estrenar.
Miércoles 15 de abril. La presión asistencial sobre los CAP comienza a aflojar. Ese día se desmontó la carpa del SEM que había delante del CAP Anoia. "Entonces ya empezamos a visitar a pacientes que han recibido el alta en el hospital", explica Cantero, médico del centro. Tuvieron que volver a improvisar protocolos basados ??en un documento de la Comunidad de Madrid, en otro asturiano y en información que llegaba de China para hacer la atención postalta. Lo que atendían ya no era todo covid. El virus había dejado secuelas. "Mayores con las piernas hinchadas porque no pueden caminar o a los que se les han hecho llagas -explica Sánchez-Amat, del CAP Besòs-. El sufrimiento también generó ansiedades e insomnios, y patologías psiquiátricas". Los profesionales estaban extenuados. "La gente está débil. Estamos cansados ??y muy asustados por si hay un repunte", constataba Gloria Jòdar, directora del CAP de Sant Andreu de la Barca.
El sistema sanitario catalán estuvo al borde del colapso después de una crisis que cogió a todo el mundo desprevenido. Las medidas llegaron tarde, lamenta Magda Campins: "Si se hubiera hecho de manera más rápida, el impacto económico y en salud habría sido menor". Benito Almirante va más allá: "En Grecia y Portugal reaccionaron antes. Aquel margen de dos semanas que se tardó en tomar medidas fue crítico". Para un enfermero del SEM no se puede hablar de crisis, "lo que ha pasado responde a la definición de catástrofe". Una catástrofe que, según Cinta Pascual, debería tener consecuencias: "No se llevaron a los abuelos a los hospitales. Les dieron morfina... ¿y nadie les pedirá responsabilidades?"
Unidad de Psquiatría del Hospital del Mar.Cèlia Atset
De la pandemia, sin embargo, los profesionales que han estado durante meses en primera línea también quieren extraer lecciones. "Es tremendamente urgente que estos cuatro meses que vienen antes del otoño y el invierno, momento en el que muy probablemente habrá un rebrote, aprovechemos para preparar un plan sólido -reflexiona Toni Andreu, director estratégico de ACRA-. Tenemos que preparar también las residencias: con formación, protocolos de respuesta rápida, espacios para covid-19, diálogo con la primaria y stocks de material".
La lucha contra el virus ha hecho que la comunidad médica se vuelva "más humilde", asegura el director médico del Clínic, Antoni Castells: "Se ha pecado de exceso de vehemencia. No pasa nada por decir «No lo sabemos, tenemos dudas»". Una lección que sobrepasa a los profesionales sanitarios. El minúsculo covid-19 nos ha demostrado que nosotros también somos muy pequeños.
Repasa a través de esta cronología interactiva el camino del Covid-19: desde los primeros casos de una "neumonía desconocida" en Wuhan, a el confinamiento global para hacer frente a un virus que ha cambiado nuestras vidas.