La Pera de l'Ase, refugio de pescadores y madriguera de contrabandistas
La Pera de l'Ase, refugio de pescadores y madriguera de contrabandistas
Itinerario sencillo para vivir y sentir el paisaje de Banyalbufar, su costa escarpada y sus laderas escalonadas con bancales
En esta ruta exploramos un espacio muy concreto del litoral de la Tramuntana: el municipio de Banyalbufar. Su geografía montañosa y accidentada, que se extiende desde los acantilados costeros hasta las grandes alturas de la mola de Planícia (934 m), ofrece el marco ideal para interpretar y comprender el paisaje cultural de la Serra de Tramuntana, Patrimonio Mundial. Laderas costeras escalonadas con márgenes monumentales, muros y caminos de piedra en seco, viñas, olivares, encinares y una hilera de pequeños huertos irrigados por un extenso y complejo sistema hidráulico (fuentes, canales, acequias, balsas y aljibes), el llamado ma’jil, de herencia musulmana. Y rincones con imágenes icónicas, como la torre del Verger, conocida popularmente como ‘sa Torreta’, y la Pera de l’Ase, uno de los tres puertos del término, refugio de pescadores y escondite de contrabandistas. Una caminata corta pero intensa en cuanto a su valor patrimonial y paisajístico. Un agradecimiento muy especial a dos informantes de Banyalbufar, Paco Albertí Picornell y Francesc Vives Vich, por sus valiosas aportaciones en este artículo. Recordad que las líneas 131 y 202 paran en el pueblo (consultad los horarios en el sitio web tib.org).
La ruta
[00 min] Empezamos a caminar desde la parada del autobús en dirección a Estellencs, a los pies de la plaza de la Vila, bajo la iglesia parroquial de la Natividad de María, del siglo XVI, ampliada y reformada en el XVII. Este edificio sustituyó a un antiguo oratorio del siglo XIII ubicado en el camino del Molí, bajando hacia la cala, en el lugar conocido como l’Era del Fossar, destruido a raíz de un ataque pirata. Unos pasos más adelante, a la derecha, se encuentra la Baronia, uno de los edificios civiles más importantes de Banyalbufar, bello ejemplo de arquitectura del siglo XVI y uno de los ejes históricos e identitarios del pueblo, centro de la vida feudal de épocas pasadas. A continuación, al otro lado de la carretera, podemos ver la plazuela de la Canal, presidida por una escultura de Nando Ros, dedicada a las recolectoras de tomates.
Poco a poco dejamos atrás el pueblo. En una primera curva cruzamos el torrente de Can Fura [05 min], a la altura de las casas del mismo nombre. Una suave subida nos sitúa en el conocido como revolt dels Bolcadors, a la altura de Can Pico y de la entrada al camino del Rafal (GR-221 / Ruta de Piedra en Seco) [10 min]. Els Bolcadors es un curioso topónimo que tiene que ver con la alta siniestralidad de este tramo de carretera y, más concretamente, con un trágico suceso. Parece que a comienzos del siglo XX, cuando la antigua carretera presentaba en este punto un desnivel empinado y peligroso, volcó un carro. En el accidente murió el conductor; algunas fuentes locales aseguran que era familiar de Can Fura. Si nos fijamos, a la parte izquierda de la calzada, sobre el muro del margen, podemos ver una piedra con una cruz grabada, en recuerdo del hecho luctuoso. En el mismo lugar, pero en el lado opuesto de la vía, puede verse una piedra antigua incrustada sobre un muro moderno con la inscripción del año 1869. Sin más explicación, la fecha hace pensar en alguna reforma importante en la carretera o el entorno de Can Pico.
[15 min] Nos rodea el ambiente rural. En árabe ‘Banyalbufar’ significa “construido junto al mar”. Lo confirma la panorámica que se observa del pueblo desde este punto de la ruta, el revolt dels Bolcadors. Disfrutamos de la imagen de un viejo asentamiento que con el tiempo ha ido trepando esplendoroso como una hiedra por las laderas de la montaña. [20 min] Dejamos a la izquierda las casas de Ca Mestre Vic y nos topamos de frente con la esbelta imagen del Mont-reial, atravesada por abajo por el tramo final de la acequia de Dalt, de comienzos del siglo XX.
Tras una curva pronunciada con buenas vistas, conocida como collet de Morera, [25 min] llegamos a la torre del Verger, llamada ‘sa Torreta’ por los habitantes de Banyalbufar, todo un símbolo de los peligros que acechaban nuestro litoral en otros tiempos. Su construcción fue acordada en 1579 después de que los piratas saquearan el pueblo en dos ocasiones. En uno de esos ataques, en 1545, la antigua iglesia fue totalmente destruida. La torre es también una imagen icónica y un excelente mirador. Hacia nordeste, puede divisarse la torre de Valldemossa, y hacia suroeste, na Pòpia en la Dragonera. No es casualidad que el Archiduque la comprara a finales del siglo XIX, fascinado por su osada ubicación. Actualmente es un Bien de Interés Cultural.
Seguimos nuestra caminata. Al lado oeste, junto al aparcamiento de coches de la torre, comienza el camino de bajada al puerto de la Pera de l’Ase. [35 min] Al pasar la finca de Can Cotó (izquierda), el camino entra en un pinar. A la derecha debemos ver el inicio de un tramo del antiguo camino del puerto, con restos de empedrado y escalones. Lo aprovechamos para dar un respiro a nuestros pies, cansados de asfalto. Este tramo nos deja de nuevo sobre el camino asfaltado [40 min], junto al aljibe regulador del caudal de agua de la urbanización y la placa que recuerda a Carles Riera i Figuera (1905–1983) y a su esposa Elvira, fundadores de este pequeño núcleo costero de Banyalbufar, formado por una veintena de casas.
La leyenda de Mateíto
La carretera termina unos metros más abajo, tras unas curvas casi imposibles. A partir de aquí, un tramo de camino escalonado nos baja hasta el puerto [50 min], antiguo refugio de pescadores y escondite de contrabandistas. Pero no podemos irnos de este idílico rincón sin mencionar a un personaje íntimamente ligado a la vida de este lugar: Mateu Mir Albertí, apodado Mateíto. Según cuenta Bartomeu Homar en un artículo del libro Històries de la Serra (Consell de Mallorca, 2011), titulado “La piedra del Asno, el escondite de Mateíto”, Mateu Mir nació en Banyalbufar en 1891 y antes de cumplir los veinte emigró a Cuba. Allí se ganó la vida pescando esponjas y haciendo contrabando de ron hacia EE.UU. Volvió a Mallorca a mediados de los años cuarenta, tan pobre como se había ido, se instaló en el puerto de la Pera de l’Ase y trabajó como carpintero de ribera –llegó a construir una quincena de llaüts. Mateíto también se dedicó al contrabando en Mallorca. Tenía controlada la costa y la presencia de la Guardia Civil gracias a un sistema de señales con banderas y trapos que utilizaba con un amigo suyo que vivía en el pueblo. Murió en 1975, a los 84 años. El relato de su vida ha alcanzado la categoría de leyenda, y él, la de mito en sí mismo. El regreso a Banyalbufar lo haremos por el mismo camino [1 h 40 min].