Toni Padilla
Periodista
Juegos Olímpicos
Simone Biles, la gran triunfadora de los Juegos pese a no colgarse ninguna medalla de oro
Simone Biles llegaba a los Juegos Olímpicos de Tokio dispuesta a ganar seis medallas de oro. Si en 2016 en los Juegos de Río de Janeiro la estadounidense ya había demostrado ser la mejor gimnasta de todos los tiempos, en tierras japonesas debía despedirse de la competición con 24 años por la puerta grande. Pero Biles no se colgó ninguna medalla de oro. Justo antes de las finales anunció su decisión de renunciar a casi todas las competiciones, ya que en un salto había perdido la coordinación. Priorizó su salud mental, afectada por la presión de no poder fallar en un deporte en el que un error te puede enviar al hospital.
Alzar la voz por la salud mental
Biles, una mujer acostumbrada a superar problemas, hija de padres toxicómanos, criada por sus abuelos y víctima de abusos sexuales por parte del médico de la federación estadounidense de gimnasia, se convirtió en la portavoz de una generación que reclama cuidar la salud mental tanto como la física. Alzó la voz contra una cultura del esfuerzo en la que ser segundo parece un fracaso, en la que debes sacrificar tus sentimientos para no fallarle a un país, a un club, a un público. Y lo hizo en los Juegos Olímpicos de Tokio, donde la encargada de llevar el último relevo de la llama olímpica fue la tenista japonesa Naomi Osaka, que después de llegar a ser la mejor del mundo también dejó de competir unos meses para priorizar su salud mental. En el deporte, donde durante décadas era un tabú decir públicamente que tienes un problema, una generación de mujeres ha levantado la voz para crear una cultura más sana. Más justa. Más digna.