Laura Serra
Jefa de Cultura
Cultura
Hemos seguido comprando libros (a pesar de no estar confinados)
Si el 2020 fue de parálisis cultural, el 2021 ha sido de resistencia: tenemos la curva de resultados parada en el umbral del precipicio, lista para desplomarse o despegar antes que el cohete de Elon Musk. Si nos aferramos a los libros como pista para saber por dónde van los tiros, pinta bien. En un año en el que el día de Sant Jordi se celebró pero en recintos delimitados; en el que los cines han seguido flaqueando y tienen que encomendarse a Spiderman; en el que se han cancelado el Sónar y el Primavera Sound, el Palau Sant Jordi ha hecho barbecho y los festivales de primavera dispararon los contagios, y en los que apenas en noviembre se abrieron al 100% los aforos de teatros, auditorios y cines y ahora ya hemos vuelto al 70% –con todo lo que esto conlleva económicamente–, hemos cerrado el año con buena noticia.
Motivos para el optimismo
El libro cierra el mejor año de la última década. Sí, sí: de la década. La recuperación desde la crisis económica ha sido lenta –el pozo era hondo–, pero desde 2013 el crecimiento ha sido sostenido y este año acabará con un crecimiento global del 15% y un aumento del 9% de la facturación en Catalunya. El libro se consolida como un invento inquebrantable que puede convivir perfectamente con las plataformas de streaming, e incluso beneficiarse de ello (solo hay que ver cómo las adaptaciones van en una dirección y otra y alimentan fenómenos como el manga o la literatura victoriana). Y en un momento de crisis del catalán, un detalle importante: si hasta hace poco decíamos que uno de cada cuatro libros vendidos en Catalunya era en catalán, la cifra sube a uno de cada tres, cerca del 40%. Hay motivos para el optimismo. A ver si llegas de una vez, mundo hermoso.