Mònica Bernabé
Periodista
Afganistán
El regreso de los talibanes y la hipocresía internacional
Cuando los talibanes ocuparon Kabul el pasado 15 de agosto tras controlar el resto de Afganistán, miles de personas invadieron el aeropuerto de la capital afgana para intentar huir del país. La imagen de cientos de afganos encaramados a un avión militar que avanzaba por la pista del aeropuerto a punto de despegar dio la vuelta al mundo. También impactaron las fotografías de los talibanes con el armamento que Estados Unidos había proporcionado en el pasado a las fuerzas de seguridad afganas. Todo ello generó una ola de solidaridad: se puso en marcha una operación de evacuación sin precedentes y todo el mundo quería ayudar a la población afgana, sobre todo a las mujeres. Cuatro meses y medio después, nadie recuerda a Afganistán, como si los problemas en el país se hubieran resuelto por arte de magia. Pero ahora la situación es aún peor que antes.
Estos días en Kabul las temperaturas por la noche descienden hasta los quince grados bajo cero. La gente no tiene dinero para comprar leña, los cortes de electricidad son constantes, y el precio de la harina y el aceite se ha disparado. Los afganos mueren literalmente de hambre. Los discursos oficiales desde la Unión Europea y el gobierno español siguen siendo que no abandonaremos a la población afgana. Pero si seguimos sin hacer nada para buscar una solución para los miles de afganos atrapados en los campos de refugiados de la isla griega de Lesbos es difícil creer que una población que está fuera de las fronteras europeas, a miles de kilómetros de distancia, nos importa.