Nuestras sabias navigate_before close navigate_next

Mercè Ricart

88 años

Estel Solé

35 años

“Antes no se hablaba de los abortos. Se vivían en silencio y se quedaba todo dentro”

Antes de ser madre por segunda vez, Mercè se vio obligada a dejar la empresa donde trabajaba. Más de seis décadas después, su nieta mayor, la actriz y dramaturga Estel Solé, constata que algunas cosas no han cambiado mucho y que el peso de la conciliación sigue recayendo en las mujeres.

TextoMaria Labró Vila

FotoCristina Calderer

Mercè Ricart forma parte de la generación que vivió la guerra con ojos de niña, escondida bajo una mesa con la orden de morder un bastón con fuerza entre los dientes durante los bombardeos. Cuando tenía catorce años empezó a trabajar en un laboratorio de productos químicos, y a los veinticinco, antes de ser madre por segunda vez, se vio forzada a dejar el trabajo porque en la empresa "no querían mujeres casadas".

Hoy, con ochenta y ocho años, vive en la casa familiar de Molins de Rei, donde nació y que la ha visto hacerse mayor. Entre estas paredes, sentada junto a su nieta mayor, Estel Solé, Mercè habla con la dulzura y la calma que solo alcanzan las personas que han subido tres generaciones de una familia. “No he tenido la necesidad de rebelarme. De jóvenes estábamos acostumbradas a hacer lo que tocaba. Quizás veo ahora que estaba reprimida, porque la vida te ha enseñado otras cosas, pero no me sentía así”, comenta.

Salud reproductiva Aun así, la de Molins cree que la generación de sus padres crió a sus hijos sin confiar en ellos, un comportamiento que ella quiso romper con sus hijas y sin duda con su nieta mayor, que la escucha y la observa con ternura: “Ha sido una madre y una abuela muy tolerante. Tenemos caracteres muy distintos y admiro su bondad y su paciencia. A pesar de vivir en un contexto histórico duro, siempre ha tenido una aceptación positiva de los hechos.

Las nuevas generaciones tenemos un inconformismo que es bueno en muchas cosas, pero siempre queremos más y siempre lo queremos mejor”, comenta Estel, que extrapola esta búsqueda insaciable de la mejora continua en la que vivió durante el embarazo. “Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo quería hacerme pruebas constantemente porque tenía mucho miedo. La sanidad ha avanzado mucho y tienes una máquina que te dice el qué y querrías estar constantemente informado. Y esto choca con la confianza y la desinformación con la que había vivido el embarazo mi abuela”. En el caso de Mercè, no supo que tendría una hija hasta que la vio con sus propios ojos, después de un parto natural en casa.

El segundo parto, ocho años más tarde, ya fue en el hospital. “Entonces no sabías si tendrías un niño o una niña. No te hacían ecografías ni nada. La comadrona te venía a visitar y, cuando tenía que nacer, volvía y ya estaba”. Asegura que ella tuvo la suerte de que todo fue bien. “Antes no se hablaba de los abortos. Se vivían en silencio y se quedaba todo dentro. Todo esto ha cambiado para bien, al igual que los partos. Entonces se morían muchas mujeres”. Estel le coge la palabra: “Esta seguramente es una de las diferencias con mi generación. Las mejoras en salud sexual y reproductiva y poder hablar las cosas. Tengo endometriosis, he sufrido dos abortos y en casa lo hemos sufrido, pero lo hemos vivido abiertamente”.

La maternidad A pesar de las diferencias generacionales, ser madre en los años cincuenta y serlo en el siglo XXI también plantea unos retos similares. “Ser mujer no me ha supuesto ningún impedimento laboral. Pero la maternidad sí”, comenta Estel. Actriz, poeta y escritora, explica que con el nacimiento de su primer hijo, con veintinueve años, vivió una etapa difícil en la que no tenía trabajo ni estaba empoderada para buscarlo y que con la segunda hija se forzó a trabajar más. “Nuestra sociedad está muy mal montada en cuanto a la conciliación y, aunque desde la generación de mi abuela hasta la mía hemos avanzado en muchísimas cosas, seguimos siendo las mujeres las que, como ella, deben dejar el trabajo o pedimos una reducción de jornada. Tenemos derecho a reivindicar una expansión laboral y a no quedarnos solo con la maternidad, aunque respeto mucho a las mujeres que quieren hacerlo”.

Estel asegura que se ha "permitido la libertad de perseguir los sueños" y dedicarse a lo que aspiraba cuando era una niña, unos deseos de niñez que Mercè no pudo cumplir. “Ahora tenéis muchas libertades y hacéis muchas cosas que a vosotras os gusta hacer. A mí me hubiera gustado ser cuentacuentos. Y aprender inglés”, dice Mercè, que, a pesar de no haberse podido dedicar profesionalmente, se siente orgullosa y muy feliz de haber llenado de aventuras y canciones las vidas de sus hijas, sus nietos y sus bisnietos.

Toda una vida en Molins

Nacida en Molins de Rei en 1934, Mercè Ricart ha vivido toda la vida en la misma casa, en el centro de la población. A los catorce años empezó a trabajar en un laboratorio de productos químicos, pero tuvo que dejar el trabajo por imposición de la empresa poco después de casarse. Dedicada a cuidar a su familia, asegura que ha tenido una vida muy feliz aunque ha envidiado un poco “la libertad de la que disfruta la juventud ahora”.

Cierra

close
navigate_beforeAnterior