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Adama Balde

59 años

Marta Sabaly

12 años

“Me casé con el hombre que eligieron a mis padres”

Adama y Marta no solo representan a dos generaciones distintas, sus opiniones también reflejan el avance alcanzado en los derechos y las libertades de las mujeres.

TextoMaria Garcia Moreno

FotoDavid Borrat

Adama Balde solo conocía de vista a Alpha Sabaly cuando le dijeron que debería casarse con él. Ambos vivían en un pueblo de Senegal, Teyel, y allí la tradición era que los padres acordaran los matrimonios de sus hijos. "Su padre vino a casa de mi padre y le dijo que quería que su hija se casara con su hijo", recuerda ahora esta mujer de 59 años, que nunca se planteó si era lo que quería o no. “Siempre eligen los padres y madres, ellos mandan. Se hace y ya está, yo lo respetaba”. Marta, su nieta de 12 años, comprende las tradiciones de sus antepasados, pero no las comparte. “Da igual si el hombre tiene 50 u 80 años, si el hombre quiere una mujer, va a sus padres y les dice: «Yo quiero casarme con ella», y ya está”. “A mí no me gusta porque las mujeres no pueden dar su opinión. Puede que le guste otro y no pueda”, lamenta.

Diferencias generacionales Por eso la chica tiene claro que, cuando sea mayor, ella escogerá con quién pasará el resto de su vida: “No quiero que me elijan el marido”, deja claro. Pero Adama, que es de otra generación, no opina igual. Ella fue muy feliz en su matrimonio y, desde que murió su marido hace unos meses, siente un vacío muy grande. “Estuve con él desde que me casé hasta el día en que murió. Y todo fue bien, perfecto”, afirma la mujer, que cree que su nieta también debería seguir lo que le dicten sus progenitores. “Yo haré lo que quiera. A mí mi padre no me dirá nada, lo sé de sobra; mi madre no lo sé…”, replica la nieta, que tiene muy claro que esto solo será su decisión.

Con tres hijos y ocho nietos, Adama hace más de tres décadas que llegó a Catalunya. Vivieron en El Masnou (Maresme) y en Arbúcies (La Selva), hasta encontrar el piso donde siguen viviendo ahora, en el barrio de Can Gibert del Pla de Girona. Con 47 años de diferencia, las opiniones de la abuela y la nieta son representativas de la evolución que se ha vivido en todo el mundo, especialmente en todo lo referente a los derechos y libertades de las mujeres. "Ahora ha cambiado todo, allí también", certifican. Por ejemplo, cuando su abuela era joven, solo podía salir con su hermana mayor, pero ahora las mujeres senegalesas pueden ir y volver sin tantas restricciones, aunque para la nieta no es suficiente. “Tienen mayor libertad que antes, pero aquí las mujeres son más libres. Allí no, están más cerradas y van más tapadas. No está bien visto que vistan como hombres, con pantalones”.

La abuela es musulmana y decidió empezar a llevar el velo hace unos años, después de realizar un viaje a La Meca. “Dicen que el cabello es de las cosas que más atrae la atención de los hombres. Hay muchas niñas que ya llevan velo a los 7 u 8 años, o muchas adolescentes que se lo ponen. Pero es la decisión de sus padres”, puntualiza Marta. La joven tiene claro que, en su caso, lo elegirá ella. "A mí no me gusta llevar el velo y lo saben de sobra", recalca. Y la abuela la mira con los ojos abiertos. “Yo creo que ninguna de las nietas que tengo aquí lo llevará!”, admite, y Adama mueve la cabeza a ambos lados.

Asignatura pendiente Pese al avance de los últimos años, para la nieta existe una asignatura pendiente: los derechos del colectivo LGTBI. "Hay padres que no lo aceptan, en Senegal no está bien visto". Pero ella defiende la libertad individual por encima de todo: “Para mí, ver a una mujer con otra mujer es normalísimo. Que cada uno haga con su vida lo que quiera”, subraya la chica ante la mirada de su abuela, atónita y orgullosa a la vez.

De Senegal a Girona

Desde que llegó hace más de 30 años a Catalunya, Adama ha hecho todo tipo de trabajos: recoger fruta, cuidar a niños enfermos o trabajar en un restaurante-hotel. Su nieta, Marta, de 12 años, estudia en el Institut de Santa Eugènia y sueña con que, cuando sea mayor, será actriz.

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