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Encarna Fernández

83 años

Paula Osés

29 años

"Yo me considero una abuela moderna, pero no feminista"

Ha criado a sus hijos sin discriminaciones de género, estudiaba de noche y trabajaba de día, y reaccionó con naturalidad cuando su nieta le dijo que estaba enamorada de una mujer. Por todo ello, ella se considera "moderna" aunque su nieta le hace ver que también es "feminista".

TextoMarta Rodríguez Carrera

FotoManolo Garcia

Paula Osés aceptó la oferta de una conversación con su abuela sobre feminismo sin pensárselo dos veces y se lo planteó como un acto de amor y de homenaje a una mujer que, sin embargo, ha tenido una vida plena. ¿Feministas? Osés, de 29 años e hija del estallido del movimiento en los últimos años, ya tiene señalado en el calendario el 8-M como una jornada de huelga y de manifestación reivindicativa. No cabe duda. A su lado Encarna Fernández, a punto de cumplir los 84, duda sobre la etiqueta: “Yo siempre he pensado que somos iguales y que los hombres y las mujeres podemos hacer lo mismo, pero yo no me considero feminista”, reflexiona. "Lo eres, pero no lo sabes", le responde la nieta, haciéndole ver que precisamente es feminista criar sin discriminaciones de género. “Ah, eso sí, mi hijo es el que nos cocina y no mi hija [la madre de Osés]”, matiza.

Fernández conserva buena memoria para ver la película de su vida. Desde hace unos años se ayuda de un andador y, por qué no decirlo, de la atención de su nieta primogénita, con quien a poco que puede comparte al menos un café semanal. En estos encuentros, Fernández se ha soltado explicando anécdotas de su padre, un republicano de piedra picada que se hartó de las penurias franquistas y se marchó solo de Almería a Chile, donde esperó la llegada años después de su esposa y los cinco hijos ya adolescentes. Durante estos años de separación, Fernández era la encargada de leer las cartas que enviaba el padre y de escribir lo que le redactaba la madre. No fue hasta que ella cumplió los 20 años que la familia volvió a reunirse en Santiago de Chile. "Estuvimos un mes embarcados y yo allí ya tuve un noviete, que desembarcó en Colombia", recuerda riendo sentada en un banco de un paseo de Martorell, la población donde viven abuela y nieta.

La vuelta a casa A su lado, Osés atiende al relato de cómo su abuela se quedó embarazada sin estar casada, hacia 1962. “En Chile la gente estaba mucho más abierta que en la España que habíamos dejado atrás. Nosotros éramos muy tontos, no sabíamos nada de la vida”, subraya sin ánimo de justificarse por lo tan criticado en la época de hacer Pascua antes de Ramos. En ese momento estudiaba de noche y de día trabajaba en un laboratorio, así que con los ahorros y, sin decírselo a sus padres, se trasladó a vivir con la familia del futuro marido. Tras el primer susto del padre y la madre, la relación con el nuevo matrimonio –“solo por lo civil”– fue buena y ella siguió los cánones tradicionales de quedarse en casa al cuidado de sus hijos.

A raíz del golpe de Pinochet de 1973, la familia volvió a hacer las maletas hacia España por miedo a las posibles represalias al marido, un hombre de izquierdas. Instalados ya en Catalunya, Fernández compaginó su trabajo en una fábrica con el cuidado de la familia. Y, cuando los hijos se casaron hizo de abuela, sobre todo de Osés, a quien prácticamente ha criado, dice. Seguramente de esos años se fraguaron lazos fuertes que todavía hace que se busquen para salir y charlar. "Yo me considero una abuela moderna", espeta Fernández, y como respuesta la nieta le devuelve un "Sí que lo eres".

Roles tradicionales invertidos Maestra de música en una escuela de Martorell, Osés dice que se ha criado en una casa donde "los roles tradicionales de hombre-mujer estaban invertidos", así que si algo le sorprendía de sus amistades era que, a diferencia de su caso, los padres eran los que conducían y las madres las que se encargaban de la casa. Esto –concede– marca para el carácter feminista sin apenas darse cuenta. Ella se emancipó a los 25 años con el primer sueldo: primero compartiendo piso, después ya sola y ahora desde hace más de un año con su novia, con la que prevé casarse el próximo año.

Confiesa que no salió del armario con los abuelos hasta encontrar una pareja estable, porque le daba “cosa”. Para sentirse más segura les escribió una carta explicándose y la grata sorpresa fue suya cuando la reacción de ambos fue un “Entendido”. “Si ella es feliz y se aman, ¿quiénes somos nosotros para decir algo? Yo solo quiero que venga a verme”, acierta Fernández. “¿Ves? esto también es feminismo”, le responde Osés mientras el sol se va escondiendo detrás de ella.

De ida y de vuelta

Detrás de esta foto superior hay apuntado a mano "1956". Es la de una Encarna Fernández de 18 años. “Para que veas que no siempre he sido así de vieja, que también he estado de buen ver”, explica riendo mientras se sienta en el banco tras el paseo diario que realiza por prescripción médica. La suya es una historia marcada por la inmigración: primero dejó su Almería “capital” para ir hacia Chile y, ya en la madurez, hizo el camino de vuelta y decidió que, precio por precio, la Catalunya industrial les ofrecía más oportunidades.

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